Llegamos al aeropuerto y pasamos los diferentes controles de los japoneses, donde tenemos que entregar 3 papeles con información de si hemos contraído alguna enfermedad y demás paranoias. También nos hacen una foto, nos toman las huellas y con una cámara especial te miran disimuladamente al pasar el calor de la garganta para ver que mierdas puedes tener. No nos han perdido ninguna mochila. Lo que sí encontramos extraño es lo vacío que está todo el aeropuerto y los sitios por los que pasamos luego.
Localizamos con facilidad la oficina de la JR donde nos canjean los Japan Rail Pass y nos reservan plaza para el Narita Express y el shinkansen (tren bala) a Kioto. El trasbordo de tren lo hacemos en Shinagawa, primer sitio donde comprobamos la hospitalidad de las gentes de Japón. Una señora que venía en el Narita Express con nosotros, al vernos un poco perdidos en el andén buscando por que vía llega el tren bala, no duda en acercarse a Anta y preguntarle nuestro destino e indicarnos muy amablemente todo el camino.
Ya una vez dentro del tren, una de las curiosidades es que cualquier persona que entra en el vagón, incluso el revisor, hace una pequeña reverencia y dice unas palabras incomprensibles para nosotros. Desde el andén daba la impresión que el tren ya pega caña en la estación (aprovechando que son largos, los trenes entran zumbando en las estaciones y frenan a última hora), pero dentro no notas que corra tanto.
Ahora escribo desde el tercer día a las 5 de la mañana, no sé si porque nos acostamos muy pronto o por el jet lag (el Sol sale a las 4 y pico), pero ya estoy arriba y he dormido como una mierda. Continuo la historia con el tren bala por donde lo dejé (Nota: perdonen los tiempos verbales, pero todo depende de cuando escribo el diario, si justo al momento o al día siguiente):
Al poco de salir de Tokio ya avistamos el imponente monte Fuji, la imagen del país, asomando por detrás de otras montañas menores. Llegamos a Kioto y lo primero que hicimos fue ir a la oficina de información turística a por unos planos de la ciudad y de las líneas de bus, ya que en esta city solo hay 2 líneas de metro no muy eficaces que solo se cruzan en X en una parada, estilo Roma. Así que pillamos el bus 205 que nos lleva al albergue, el Sandal Wood, 220 yenes cada viaje, pero solo nos cobró el conductor 3 de 4, empezamos cojonudo jeje. En los buses se paga al salir y se entra por detrás y se baja por delante, al revés que en Barcelona al menos.
Dimos fácil con el edificio, en el que nos recibió la simpática anfitriona y ya tuvimos que dejar las zapatillas en la entrada. El albergue es una mezcla de piso occidental de 2 plantas con toques de casa tradicional japonesa. Nos tratan muy bien y los dueños son muy amables, aunque a veces incluso un poco pesados ya que están encima todo el rato interesándose por ti y sin dejarte hacer nada tranquilo.
Pues nada más entrar, vimos otro huésped del local, un americano con una Mac que viste solo con un calcetín y nos soltó un rollo insoportable. Una vez dejamos las cosas, bajamos a la calle de nuevo a buscar algo de comida. Nos llevamos una grata sorpresa en el súper por los precios y al ver que la comida no es tan diferente a la de España, lo único que los envases son bastante pequeños. Comimos, comenzamos ya con una partida de cuatrola acumulable (pocha) y nos fuimos a dormir hasta el punto en que estoy yo aquí escribiendo estas líneas.
Mega hit photo compilation sobradas vol.XXX:
No hay comentarios:
Publicar un comentario