Opinión: Indiana Jones y El reino de la calavera de cristal

Indiana Jones vuelve con su cuarta entrega 19 años después, otra vez de la mano del triángulo que tantos éxitos dio en el pasado, formado por George Lucas, Steven Spielberg y Harrison Ford.
La aventura comienza en 1957, en plena Guerra Fría, con Indiana cautivo por un grupo de agentes soviéticos encabezados por la coronel Irina Spalko. Es llevado por los rusos hasta un hangar de la supuesta área 51 en el desierto de Nevada, donde estos buscan el féretro del extraterrestre de Roswell. Una vez consigue escapar y ya de regreso a casa, Indy conoce a un joven llamado Mutt Williams, que le propone encontrar un objeto legendario que despierta la superstición y el miedo, la calavera de cristal de Akator, ciudad más conocida como El Dorado. El profesor Jones y Mutt viajan a Perú siguiendo las indicaciones del desaparecido descubridor extremeño Francisco de Orellana, que pereció buscando la mítica ciudad. Pero no tardan en descubrir que no están solos en su búsqueda, sino que los soviéticos también andan detrás de la calavera.
El film es una historia de aventuras pura y dura, como pocos saben hacer igual que Lucas, recobrando el espirito de esas películas clásicas de las que ya no se hacen. Aunque haya pasado mucho tiempo para Indy tanto en la realidad como en la historia, la película no cae en recuerdos del pasado ni huele a añejo como pueda pasar con otras recientes continuaciones de sagas: La jungla de cristal, Rambo, Rocky... Sino que sigue en la línea de los tres films predecesores, sin ver a un Indiana retirado o sin ganas de nuevos retos. Tampoco nos faltan las típicas persecuciones, peleas y enigmas característicos de la trilogía, ni los toques paranormales aun estando el argumento situado en un trasfondo real.